El Jefe

          Fieles y seducidos en vuestra cita mensual con el cine y el café. Hoy os propongo entrar en una de las películas más singulares y profundas de su década, cuyo punto de vista no ha dejado indiferente a nadie.

          Rodada en 1975 -Alguien voló sobre el nido del cuco- trata de un centro de salud mental donde no se trata la mente sino que se la aliena, condicionando así un comportamiento disciplinario y opresivo. Un centro de salud mental donde se llega a torturar y asesinar en vida (lobotomía) en nombre de la ciencia. Un centro de salud mental hecho para curar y tratar enfermedades mentales que no entienden y las cuales suelen acentuar. 

          La película triunfa (Óscar a mejor película, dirección, actor principal, actriz principal y guión) gracias a un planteamiento entre crítica y comedia. Los personajes escogidos en su justa medida hacen que todo se eleve a la enésima potencia. El papel de McMurphy es perfecto para Jack Nicholson y la enfermera Ratched da a su personaje una profundidad inigualable. 

          McMurphy llega al hospital proveniente de una penitenciaria intentando sortear los trabajos forzados a los que son sometidos. Encasillado como conflictivo -dicen que armo camorra y fornico demasiado- no conseguirán que se introduzca en el sistema establecido sino todo lo contrario, poco a poco irá impregnando en cada compañero del centro una terapia por las ganas de vivir que ningún médico ha sido capaz de dar, porque en realidad viven bien montados en un sistema en el que se encuentran cómodos.

          Las escenas donde juega al baloncesto con sus compañeros en contra de los sanitarios o donde narra un partido de béisbol que levantaría de la silla incluso a los que son profanos en este deporte, demuestra a todos ellos que está vivo y que hay que vivir en MAYÚSCULAS. McMurphy hace que cada momento sea único y vitalista: robar un autobús escolar, llevar a los internos a pasar un día de pesca o ser capaz de quitar la tartamudez de Billy haciéndole pasar un buen rato con una mujer. Pero si alguien representa al «Cuco» ese es el Jefe. En realidad, en la novela de Ken Kesy se cuenta la historia desde el punto de vista del Jefe Indio y así podemos ver a éste dar un verdadero sentido a la historia.

          Por destacar una escena, señalaría cuando el Jefe Indio, después de esconderse en una ficticia sordomudez para protegerse de un mundo al que no quiere salir, decide hablar a McMurphy. Este perplejo dice: «los has engañado, los has engañado, los has engañado maldita sea».

          Vivimos en una sociedad donde el engaño es la medida de todas las cosas. La comida no es comida, la política corrompe todo, la educación está dirigida por intereses… 

          En la industria del café ha pasado algo parecido. Cuando en la posguerra escaseaba el café para que la gente no soñara con el sabor y el aroma, se les daba una mezcla de café y achicoria. 

          El torrefacto debió nacer cuando mineros cubanos envolvían granos de café con azúcar para que este se conservara mejor, a partir de entonces algunos decidieron tostar café con azúcar desdibujando y adulterando el producto, sobre todo para tapar y ocultar los cafés deficientes. Con el tiempo este proceso ganó popularidad en ciertos lugares y se acostumbraron a su color y sabor creyendo incluso que era bueno.

          El descafeinado lleva un proceso químico para quitarle la cafeína, por lo tanto el engaño es aún mayor y en cuanto al soluble tan comercializado desde que Satori Kato le abriera paso, no busca buenos cafés si no una serie de características distintas: llegar a más usuarios, rapidez en la elaboración, durabilidad, menor peso o una preparación menos elaborada, por supuesto, sin saber que tipo de café hay dentro.

          Si estás en esta página es porque te gusta el buen cine y el mejor café. Así que no eches azúcar ni sacarina -un buen grano de café tostado y elaborado tiene dulzor- deja los descafeinados, los torrefactos y los solubles y pásate a la nueva ola del café. ¡Vuelve a lo auténtico! ¡vuelve a la vida!